Estamos inmersos en
una situación sin precedentes. De donde antes era impensable recortar, ahora es
casi de obligado cumplimiento revisar el gasto, sea o no necesario. El estado
del bienestar peligra, peligra también el bienestar del estado, quiero decir
que cuando empiezan a estar en la cuerda floja aspectos que antes dábamos por
hechos y los considerabas como derecho absoluto, es que la situación es
medianamente irreversible.
Con todo esto, que
no es nada nuevo para nadie, hay dos aspectos importantes que abordan
directamente a las personas enfermas de Alzheimer
como un arma de doble filo. La diferencia entre ésta y otras situaciones, es
que ninguno de los dos filos del arma es beneficioso para nadie.
Por un lado existe
un problema matemático simple : si una persona es despedida de su empleo o ve
recortada su capacidad económica a medio o largo plazo, es difícil que pueda
darle su familiar, enfermo de Alzheimer,
un mínimo de cuidados institucionales, es decir; es difícil, cuando no, imposible,
que pueda beneficiarse de institucionalizar al enfermo o internarlo en un
centro especializado si lo necesita, cuando la economía familiar no abarca ni
siquiera para afrontar los gastos de la vida cotidiana.
Un centro especializado
en demencias, o Alzheimer, es un
centro que va a dotar al enfermo de unos cuidados que pueden realizarse en
otros centros, pero también va a cuidar esa parte de la mente del enfermo que
todavía no ha sucumbido a la dolencia, y nunca va a permitir que avance sin
poner las suficientes cortapisas, aunque a largo plazo, sea quien todos ya
sabemos quién vence. Un centro donde institucionalizar al enfermo, sea o no
especializado en demencia, cuesta a menudo, un esfuerzo económico a los familiares.
Es verdad que en ocasiones, más bien pocas, con los ingresos del usuario se
cubren, pero otras veces, la mayoría, no. Entonces son los familiares los que
deben sufragar este gasto.
Por el otro lado,
el doble filo de la navaja ataca directamente a las instituciones, que se han
visto obligadas a recortar gastos, debido a que cada vez menos personas
solicitan plazas para internamientos, y cuando lo hacen, intentan siempre
beneficiarse de estancia cortas o bien de estancias de día, que siempre son más
económicas. A la misma vez, si hay recortes, es muy probable que la plantilla
de las instituciones se haya visto influida. No es necesario en todos los
casos, pero ocurre. En las instituciones en las cuales prima el bienestar de
los enfermos, los recortes han seguido la pirámide de la importancia y la necesidad,
es decir, los centros han hecho todo lo posible para que usuarios, familiares y
trabajadores, por ese orden, sufran lo menos posible la situación. El caso es
que sin usuarios, no hay ingresos, y sin ingresos, no hay bienestar, al igual
que pasa en la nación.
¿Qué opináis de los
recortes económicos más allá del bienestar? ¿Es justo que la situación del país
ataque de forma implacable a las personas dependientes?
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Pues yo creo que los recortes tiene que haberlos porque no hay dinero. Lo que pienso es que los recortes deben priorizarse, dejando para el final aquéllos que afectan a las personas más desvalidas. Los enfermos de Alzheimer entre otras enfermedades igualmente crueles son de los más desfavorecidos de la sociedad. Un beso y una gran sonrisa :))
ResponderEliminarClaro Águeda! Si es verdad que no hay dinero, pues no lo hay y eso es indiscutible, pero hay que priorizar antes de recortar, eso también debería ser indiscutible.
ResponderEliminarUn besito gordo!!