Cuando dedicas todo tu
tiempo a cuidar de alguien que depende de ti, muchas veces, no sólo basta con
abandonar los hobbies, costumbres o rutinas diarias. Eso es casi una broma si
lo comparamos con lo que compone la RENUNCIA TOTAL a la vida propia, es decir,
junto con los hobbies, las costumbres y la rutina, también va el trabajo diario
remunerado, las amistades y muchas veces, el propio cuidado de uno mismo.
Una vez inmersos en el
cuidado de alguien, es difícil pararse a pensar en las renuncias que se han
efectuado. Máxime cuando la persona dependiente es alguien de tu familia,
alguno de tus padres o tu pareja. Con el paso del tiempo, el cuidador mimetiza
sus necesidades con la persona a la que cuida, no las distingue como propias, y
pasa el tiempo. Al final de esta situación, no sería grato pensar que nos
olvidaremos del cuidador para siempre. Su vida no se ha acabado, comienza de
nuevo. Sin la mochila que llevaba a cuestas, pero también sin uno de sus
afectos.
Sea como fuere, la vida
del cuidador experimenta un cambio, y vuelve a girar a su posición inicial, la
de antes de aparecer la enfermedad, sin embargo, el cuidador no es la misma
persona, porque en el camino el Alzheimer
le ha enseñado muchas cosas, y le ha arrebatado otras muchas. Tendrá que volver
a empezar, muchos cuidadores todavía están, cuando la situación de dependencia
finaliza, en edad de actividad laboral, y, dependiendo del tiempo que hayan
estado “cuidando”, se han descolgado por completo del difícil mercado laboral
actual.
¿Qué pasaría si existiera
un sitio donde acudir tras la tormenta que pudiera aunar esfuerzos para que el ex-cuidador
pudiera asomarse de nuevo al mercado laboral? ¿Estamos preparados para asumir
la inactividad laboral de un ex-cuidador e incluirlo en el sistema sin hacerle
pagar un injusto peaje de desempleo?¿Creéis de verdad que para los
ex-cuidadores tras la tormenta viene la calma?
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