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domingo, 23 de diciembre de 2012

ENVIDIA...SANA

El otro día hablaba con la esposa de un enfermo de Alzheimer. Me contaba que estaba contenta, que en los últimos tiempos su marido comía mejor, y que, desde una última intervención quirúrgica de carácter óseo con el objetivo de facilitar su calidad de vida, lo veía “más despierto” como me decía ella, más “vivo”. Este último adjetivo me producía cierta sonrisa porque es verdad que estaba más despierto e incluso más receptivo, pero también es verdad que nunca había dejado de estar vivo, sólo que ella se refería a que lo veía más centrado cognitivamente hablando. El paciente en cuestión tiene Alzheimer desde hace 9 años, se encuentra en la fase avanzada de la enfermedad, pero ha tenido altibajos de salud y cognitivos a lo largo del tiempo, lo que ha permitido que hubiera una temporada en la que no andaba ni hablaba y ahora, aunque emite sonidos guturales porque perdió la capacidad de lenguaje hace tiempo, sí es capaz de andar con ayuda y ha retomado el hábito de la alimentación, que lo tenía mermado, porque se negaba a comer, con lo cual su aspecto y salud clínica se han visto mejorados.
Al otro lado de la escena se encontraba la esposa de otro enfermo de Alzheimer. En fase Pre-terminal, con 13 meses de evolución de la enfermedad y absolutamente inconsciente. Nos miraba con tristeza, a cada aspecto de mejora que comentaba la primera esposa, ella asentía y no le salían las palabras. Miraba a su marido y no tenía capacidad de comparar porque nada de lo que hablábamos le sonaba familiar. Su marido ya no comía, tenía total inmovilidad y hacía mucho tiempo que dejó de fijar la mirada en algún punto concreto. Estaba en un estado semi-comatoso, con los síntomas que preceden a la fase Terminal. Había perdido más de 20 kilos en los últimos 6 meses. Entre lágrimas me contaba que sabía que la enfermedad era dura, que era consciente de que el deterioro iba a aparecer tarde o temprano, pero no entendía porqué en su caso había sido tan rápido y devastador y entre sonrisas forzadas e irónicas dentro de su gran disgusto, me decía que tenía envidia sana de otros enfermos donde la evolución de la enfermedad de Alzheimer había sido más benevolente y pausada, y sus familiares aún podían disfrutar de ellos mientras que el desenlace de su esposo era más que inminente.
Las palabras “envidia sana” en el contexto en el que yo las escuché me produjeron una tremenda pena. Dentro del oasis de miedo, incertidumbre y crudeza que vive el cuidador de una persona enferma de Alzheimer todavía existe un reducto donde caer a un nivel más profundo. Todavía hay niveles donde puede uno desear la desgracia del otro porque es mejor que la que le ha tocado en suerte; la desgracia de otro es la misma que la nuestra propia, pero menos descarnada. El Alzheimer nos hace tener estos sentimientos; la crueldad de la enfermedad nos hace conformarnos con lo que nos ha tocado vivir, y a cambio sólo somos capaces de pedirle clemencia y tiempo de disfrutar de los nuestros aunque sea de la forma que la enfermedad elija. Sólo nos conformamos con eso.
No olvidéis pinchar en Me Gusta si os ha parecido interesante el post y esperamos vuestros comentarios.

2 comentarios:

  1. He aquí el kit de la cuestión de la enfermedad, lo "predecible" que puede parecer en cuanto a signos y síntomas, y lo impredecible que resulta en muchos casos. http://aventuravoluntaria.blogspot.com.es/

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  2. Me encanta tu blog Arantxa, muchas gracias por comentar y por leer el post.Feliz año 2013!! que este nuevo año nos traiga la misma o más ilusión si cabe de continuar en la lucha!
    Un abrazo!

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